domingo, 30 de octubre de 2011


Ya no venden lunas en la plaza,
que los charcos no permanecen quietos.
Demasiada gente, mucha prisa,
su reflejo ya no puede verse nunca.
Ya no venden auroras ignotas,
parece que llevan hasta apremio,
van mordidas de aire dañino
inoculado por la artería del peculio.
Por no vender, ya ni venden besos legítimos
de esos de una vez y para siempre,
ahora se rompen por las esquinas,
se borran, se desgastan, se maquillan.
La vida ha cambiado muy deprisa
o hemos entendido muy despacio.


Nená

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