lunes, 12 de septiembre de 2011



Somos muchos los que habitamos
entre nuestra soledad y la soledad
de los demás.




Es un espacio cálido
que nos hace más cercanos.
Algunos lo disfrazan de residencia fija
y lo convierten  en una celda,
algo invisible que inexplicablemente
no les permite desertar.
Casas con tejas levantadas,
baldosas rotas, tuberías que gotean,
paredes desconchadas,
por fuera hermosas muchas de ellas,
hasta envidiables
-para los que gastan de eso-
Pero por dentro hay que ponerse guantes,
 el cincho de herramientas,
y empezar a reparar.

Nená

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