sábado, 17 de septiembre de 2011



Si te queda un poco de sobra
clávame un poema
en la fatiga de mi pulso,
en este enorme agujero.




Hay días que languidecen solos
sin ayuda de nadie,
donde mi voz se niega a decir
y mis ojos a mirar
y todo se vuelve vago,
revuelto y trasto.

Son esos días que si me detengo
puedo escuchar el eco
del tictac de los relojes,
el crujir de todos los pasos,
el runrún de todos los diálogos,
como una maraña
de cien arañas juntas
tejiendo sus telas.
Una dicción distorsionada
de copiosas bocas.
Y si escucho atenta,
hasta puedo percibir por debajo
el sonido de algún que otro corazón.

Nená

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