sábado, 3 de septiembre de 2011


Confieso que 
hay emociones
que no entiendo,
me sorprenden,
me abruman.
No sé dónde ponerlas
ni con qué idioma
dirigirme a ellas.


Cómo invitarlas
a sentarse a mi lado,
a quedarse conmigo
o a salir en desbandada.
Confieso que no comprendo
el desatino de los que
no conociendo,
sacuden sensaciones
como restos de limadura.
Son obsequios bellamente envueltos,
y me inquieto
dándole vueltas al embalaje,
por miedo a enfrentarme
con el propio regalo.

-Aún así los anhelo-

Nená

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