-Alguien dijo:
‘Hay dos tipos de amor: el amor propio
y el amor braguetario’-
Entregarse a ese timbre perfecto
de sublime roce,
a una voz que se hizo para ti,
tan ensamblada a la garganta
como tus propias cuerdas.
Decirse amor, una y cien veces
y cien veces que parecen una.
No imaginar el espacio ni el tiempo
sin esa otra voz,
sin ese otro roce.
Que se quiebre el estómago
cuando se cierra la puerta,
y correr a la ventana para no perder
ni un instante su cara alejarse.
Que la luz llegue a tus ojos
porque el reloj avanza,
y él o ella regresará a tus brazos.
Si esto es un amor ‘braguetario’,
el deseo es increíblemente poderoso.
Nená
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