viernes, 28 de febrero de 2014


Altares 
sin piedra, 

grada remota. 

Donde queda el cielo 
es debajo. 

Los dedos, 
implorantes quimas 
de roble 
por un solo roce 

¡quiéreme a mí! 
¡Quiéreme! 
Sin una palma 
que les sostenga.

Demasiado tiempo 
venerando 

el cuerpo deserta. 

No hay estima, 
hay estupor 
en desorden, 

encantamiento, 
embeleso, 
maravilla. 

Con eso 

no se ocupan 
los 
be 
sos. 





Nená de la Torriente