Admito
que no puedo estar siempre,
que
la vida nos complica
en
una rueda de despropósitos
que
a veces hacen que Maquiavelo
parezca un santo.
Desperfectos, todos,
vidrios
en los talones, unos cuantos,
pero
de nada sirve
lamentarse eternamente
por
lo que hago mal o
por lo que no hice.
Estoy
demasiado cansada
Ayer
mismo cruzaba los semáforos
como si fuera un auto,
¡eh -me gritaban-
que para usted está en rojo!
Y
ni les entendía.
Hay
días que el techo se achata
y
llego muy pronto a tocarlo,
otros
días es tan alto que puedo volar.
Yo
no sé los demás, pero mi imperfección
es
muy grande y no conoce
hasta donde se extiende,
como
tampoco sabe hasta donde
se recupera.
Sólo
puedo excusarme
si he podido ofender por defecto
o
por exceso,
porque
quizá me haya cruzado
con alguien algún día
en
el que mi cabeza alcanzaba
la techumbre.
la techumbre.
Nená de la Torriente