otra y una vez
como una resaca cada
vez más violenta,
y el grito tira de mi
del mismo modo que el mar
arrastra el cuerpo hacia su fondo.
Alguien tiene las respuestas,
y no me digas que están en mi,
que aunque esta paz empiece
en este fluir de arterias,
la cabeza es una llama constante
con bucles imposibles.
Y quiero saber,
necesito saber.
Me he convertido en un pez
que ha engullido trozos de pan
que arrojan los humanos.
He comido de su semilla
trabajada,
caprichosa, arbitraria.
Unas veces desde el corazón y
otras
para capturarme,
pero no los entiendo, ni tampoco
su condición lejos de toda
elegancia,
por eso
me cuesta mucho despojarme de mis
inapropiadas escamas.
Nená de la Torriente