de
las huellas,
para
no atrasar a otro
-le
guiño a la negrura de la nube
que
presiento que descargará
tras mi hombro.
Ella
parece que sonríe,
como
quien ha escuchado eso
muchas, muchas veces-
Qué
bello es el cielo cuando amenaza
lluvia, qué espléndido,
como
si pudiera lavarnos a todos,
calles, plazas, al mismo océano con su lengua
de
sal que nunca duerme.
Ojalá
pudiera limpiarme entera,
repetir
curso con ese acto.
Que
en el reguero de agua se vaya todo lo malo,
que
se lleve el caos y el mal ajeno,
el
dolor que he proporcionado y el amor
que no he sabido entregar.
Nená
de la Torriente