He
tenido un sueño.
Un
sueño que seguro no era para mí.
En
él Dios estaba enojado
-sí, he dicho Dios- y me decía que debía
confeccionar cientos de trajes idénticos.
Le
preguntaba ¿por qué yo?
Yo también estoy algo enojada contigo.
Mi
fe se va perdiendo,
alguna
vez aislada te rezo en el super
entre
el pan integral y las botellas de agua sin gas.
Él
contesto, precisamente por eso.
¿Para
qué tantos trajes?
Para
cubrir a los cristianos,
a los hebreos y a los islámicos.
Perdone señor pero están en permanente
guerra, ¡cómo para jugar a los disfraces!
¡No
seas cínica! Añadió
Vale, me callo, contesté.
Ese
es el problema, se han perdido en las formas
y me han olvidado a mí.
Todos
son iguales,
pero
no han entendido mi palabra.
Se
han pertrechado en los sitios donde rezan,
cómo
rezan,
porque
eso les hace distintos y creen que ahí reside
el
poder que les concedo,
y
no han comprendido nada.
Yo
soy el amor.
El
amor que han de entregar a los otros,
sean
quienes sean,
así
que deben ser reprendidos.
Todos
vestirán iguales y rezarán de la misma manera:
De
pié,
para
que aprendan a valorar lo que es importante.
-¿Entre el pan integral y el agua sin gas
por ejemplo?, pensé-
Y
me he despertado…
Creo
que conmigo también está enojado,
pero
aún me tiemblan las manos mientras me
sirvo
un té.
Son
las 4y 15 de la madrugada.
-No
pienso volverme a dormir-
Nená
de la Torriente