¿No
te das cuenta?
El
tacto dulce de mi piel
aún
tiene ganas de reír.
No
te sobrevivo,
te
sobrevuelo e ignoro
la
huella del peso de tus pies
en
el barro,
como
desatiendo tus sonoridades
sin calidez conocida,
el
alarido de la bestia que precipita
el
desamor.
Mírame, soy el arrullo permanente,
la
que acaricia el suelo,
la
que guarda en el bolsillo la ternura
de
todos los infiernos,
la
que canta aún después del arañazo.
Soy
la que sobrevivió a la muerte.
Tú,
Tú,
tú
no eres nadie.
Nená de la Torriente