no
prometer,
sino
vivir a mi manera.
Ser
en indiscreta presencia
si
es mi deseo,
o muda e incorpórea,
si eso me satisface.
Habitar
las palabras,
no
dejar que me conduzcan,
ni que me lideren.
Llenar
cada sílaba de mi voz
con
alborotos vivos,
y cada silencio con estallidos
de
nieve blanca.
Prometo
no
prometer,
y
no comprometer
lo
que me queda,
ni
por un puñado de verdades
ni
por un kilo de mandamientos.
Ser
siendo agua todavía,
fértil
movimiento
que
vaya buscando
hallar
siempre un lugar,
donde
alzar los pies y sestear
por
unas horas.
Nená de la Torriente