jueves, 13 de marzo de 2014

Tirando piedras a la luna 
para provocar el eclipse 
¡qué diablos! 
Jamás nos hemos parecido. 

Rábida te recorre la sangre 
como un torrente rompiendo 
la gleba,  los cultivos, 
batiendo al fuego con el mismo 
fuego, 
cayendo como ángel exterminador 
sobre los pétalos de los cuerpos 
más tiernos, 
avispero,  confusión,  emboscada 
de palabras. 

Tu hierro la lengua, 
tu mano la seca de un agosto 
perpetuo,  el ojo impávido 
que todo lo avista como una presa. 

¡Qué diablos! 
Yo busco el eclipse detrás 
de los álamos 
cerrando los ojos, 
y visito los ángulos de las simas 
por si algo de mí anda perdido, 
sólo por eso. 

Lenta es mi manera 
de derribar con un beso, 
porque vivo resuelta a caerme con él. 
De monte es mi lengua, 
mi mano de agua de un abril 
ingenuo,  la sed de los ríos 
que nadan en busca de los peces. 





Nená de la Torriente