SOLITUDE
No
llamamos a las cosas por su nombre,
buscamos
un nombre para cada cosa
asido
a nuestras costuras,
familiar
y de distancia corta,
que
no pueda escabullirse en tumultos,
ni
confundirse con las de otros.
Tomamos
las frases en hipotecas bajas
y
las subimos de valor hasta que suenan
violines,
a veces violas,
e
incluso guitarras a las que les faltan cuerdas.
Somos
farsantes malabaristas de fonemas
o
gentiles magos sin chistera,
tripulantes
de una mercancía valiosa,
mucho, muchísimo más de lo que imaginamos.
Son
las 17:28, hace rato que llegué a casa
y
el frío invadía las paredes.
Todo
era silencio y en el piso de al lado
sonaba
una canción.
Su
melodía dulce y antigua y melancólica,
de
otros otoños, de otras primaveras,
se
me coló dentro de las pupilas
en forma de aguas.
Por que
¿qué somos más que eso?
Una melodía sola, que se escucha
detrás
de alguna pared
un
día,
a
alguna hora,
provocando sensaciones
que
se escaparán sin remedio…
Nená de la Torriente