domingo, 23 de marzo de 2014

SOLITUDE


No llamamos a las cosas por su nombre,
buscamos un nombre para cada cosa 
asido a nuestras costuras,
familiar y de distancia corta,
que no pueda escabullirse en tumultos,
ni confundirse con las de otros. 




Tomamos las frases en hipotecas bajas 
y las subimos de valor hasta que suenan 
violines, a veces violas,
e incluso guitarras a las que les faltan cuerdas. 
Somos farsantes malabaristas de fonemas 
o gentiles magos sin chistera,
tripulantes de una mercancía valiosa,
mucho, muchísimo más de lo que imaginamos. 



Son las 17:28, hace rato que llegué a casa
y el frío invadía las paredes.
Todo era silencio y en el piso de al lado
sonaba una canción.
Su melodía dulce y antigua y melancólica,
de otros otoños, de otras primaveras,
se me coló dentro de las pupilas 
en forma de aguas.
Por que ¿qué somos más que eso?
Una melodía sola, que se escucha
detrás de alguna pared
un día,
a alguna hora,
provocando sensaciones
que se escaparán sin remedio…




Nená de la Torriente