Cuando
me lloran los versos,
cuando
ríen,
cuando
se cuelan detrás de los chopos
a
buscar los maizales perdidos;
A
jugar en el terraplén
descarnando
las rodillas,
bajando
a esquiar
sin
nieve.
Cuando
escribe mi cuerpo y
dirige
mi mano como un director
de
orquesta,
todo
lo que mi sangre palpita
desde
un adentro que desconozco.
Pero cuando
me hablan los versos
desde
fosas ignominiosas,
donde
niños padecen hambruna,
tropelías, desafueros,
una
sólo letra oprime levemente
hasta
que sangra la tierra.
Sólo
entonces desaparecen los chopos,
y
los terraplenes,
aquellos
maizales perdidos,
las
risas, los raspones,
y hasta las ganas de jugar.
Nená de la Torriente