del
hombre crecido.
Fueron
más hermosos y cándidos
los
que sonaban
cuando
iba descalzo.
De
qué le ha servido la cana
y
la arruga,
de
qué la enseñanza profunda
de
qué tanta experiencia.
Los
almendros no le han contado
de
la condición cíclica de los momentos,
¿acaso
no se ha fijado en el vaivén
infatigable de
las olas?
Aún le dice la bendecida primavera:
'No
subas un peldaño en piedra
y
pierdas la perspectiva, tú,
que
siempre lo has visto tan diáfano.
Que
sea tu propio registro
el
que valore tu alzada,
no
el elogio de los demás'.
Nená de la Torriente