Él
sabe que me duele su dolor,
que
hago mío el dolor de todos.
Que
por cada uno de los gritos que acalla
me retuerzo como los brazos
de
la higuera rizados, buscando
un
equilibrio con el suelo.
Él
sabe que no me escondo,
que
me ha encontrado y
que
no hay medallas.
Ignora que
los juegos de niños
los
ganaba siempre muerta de risa
y
ahora no soy una pitusa,
ya
lo dijo él con palabras
mucho
más feas.
Él
sabe que todo lo que sangre
yo
voy a sangrarlo,
aunque
no lo entienda;
y
seguirá saltando de satélite a planeta
en
un cosmos donde sólo cabe uno,
porque
como me dijo aquella vez,
serenamente:
‘Para
él todo esto es un juego'.
Nená de la Torriente