No
te atreves a bañarte en este lago
porque
tu ropa no es la apropiada -piensas-,
y
para bañarse en este lugar
hay
que quitarse los paños,
el
calzado, y hasta los rastros de voz
que
heredamos y nunca entendimos.
Sigues
ahí, frente a mí, quieto,
mirando
el agua, no sabes si debes o no
acercarte
más, como si eso fuese una
decisión
determinante,
y yo sonrío.
Te
veo como un capullo asustado
que siempre
necesitará de un perro lazarillo,
¿te
imaginas?
Absurdo.
Puedes
cruzar los océanos
subido a una tabla, y
recorrer miles de túneles
a siete u ocho pétalos;
pero
no sabes si la opinión de unos pocos
te será inconveniente.
Te
quedas a media esquina
mirando
un lago insignificante,
asustado
sin
saber qué hacer
¿me
baño?
¿No
me baño?
Como
el capullo
de
una margarita sedienta.
Nená de la Torriente