empujo
mis suelas lo más lejos
que
la vista alcance.
No
iré a la isla de Santa Elena
que
ya he vuelto de una,
y
nunca dirigí tropas ni llegué
a
perder el juicio.
Pero
arrastro este puñado de nadas
por
motivos ecológicos,
buscando
un vertedero al uso
para
darles muerte.
Tanto
ir y venir de mis cosas
al
mundo y del mundo a tus cosas,
ha dejado hundido el piso,
y
me urge la necesidad imperiosa
de
volver a plantar semillas
para que
crezcan brotes y así tallos
que
acaricien mis pies desnudos.
Me
exilio, me fugo, dimito,
que
estoy harta de estar siempre
con
los ojos abiertos,
y
apretando el corazón para que
no
se escape.
Nená de la Torriente