Cada
mañana, sin falta,
se
pregunta la imprecisa línea
del
horizonte
cómo
preñar de dicha las tapias
de
esta ciudad gris, indiferente
al
retardo de las amanecidas.
Cómo
decirles a los feroces
¡Mirad!
¡Detened
el vehículo que os remolca!
Quedaros
quietos, ausentes y transitar
el
vaivén del cielo con la pupilas,
y
con el dedo índice dirigir su desmesurada
orquesta.
Y sin
respuesta cada mañana
el
horizonte crece con nostalgia,
alejado
de los ojos
de
los feroces.
Los
mismos que volverán a casa
y
escribirán versos empenachando
verbos,
burlando
quiebros,
como
si hubieran visto quietos, ausentes,
la
hermosura lenta de la alborada.
Nená
de la Torriente