LA MALDAD
para construir al hombre,
pero confinamos al endriago
a la mazmorra de los cuentos.
Caminabas
descalzo
encima
de los gritos.
Parecías
la seda negra
que
envuelve a los finados.
Pensamos
que no era coherente
que
hubiera un hombre
con
los sentidos tan mutilados
y
te llamamos así,
y
aun así suspiramos,
a
cualquier criatura monstruosa
podría
brotarle una lágrima.
En
cambio leímos tus historias
y
compartimos las noches
contigo
en pesadillas delirantes,
olvidando
alejarnos del verdadero monstruo:
El
que se sienta en sillas altas
y
come sobre manteles de lino.
Nená
de la Torriente