sábado, 22 de marzo de 2014

ENCASILLADOS

Tantos tablones para construir 
tu despacho, 
como tantos hilos 
para tejer tu parpusa, 
como tantas palabras para 
alojarte a ti. 

Ahora ves tus manos 
con oquedades despejadas 
a un suelo sin agua que se desquebraja 
y no han servido las componendas 
ni los acomodos, 
los tablones,  ni los hilos, 
para llenarte de ‘algos’. 

Tampoco las incesantes palabras, 
una a una que prometían cosecha: 

La voz de un hombre entero 
que no sólo hablaba de justicia, 
sino que siempre era justificable 
su ímpetu justiciero. 

Y tú lo sabías,  que esa integridad 
no la sentías,  
ni la ibas a tener nunca. 





Nená de la Torriente