-Y el verso me dio su queja-
me
subrayas, me tachas,
esclareces, dibujas,
marcas
los cantos y las fuentes
de
todos los poemas.
Sé
que abres las cortinas
y
aireas las estancias,
para
que escapen las vocales
gritonas
hasta la plaza
y
regresen colmadas de voces.
Sé
que ni dormida me dejas
descansar del nacimiento
de
este despertar de nuevos versos,
y
no es que me enoje,
pero
agotas mi resuello y el destilar
de
las aguas,
y
cada día parece más transparente.
Sé
que me necesitas y te aferras
a
los hilos de las letras
como
marionetas vivas,
y
quieres contar, y llegar más allá
de
donde la palabra puede,
pero
no siempre le dices dónde
ha
de ir y se queda dormida
a
pie de cualquier coma.
Así
que déjame descansar un poco
en
la estantería
junto
a mi familia numerosa,
o
tal vez dormitar un rato en tu mesilla
aunque
no apagues la luz
y
ni siquiera sueltes tu incansable lapicero.
Nená
de la Torriente