No
somos hermanos
ni
amigos.
No
nos conocemos, y
apenas
sí sabemos el uno
del
otro.
Yo
sueño con lugares
que
tú no sospechas,
me
alimento de platos
que
quizá tú aborrecerías
y duermo
haciendo
extrañas contorsiones.
Tú
reflexionas sobre la tierra
y
sobre la cosecha,
sobre
un país que no consigo
pronunciar
su nombre,
con
un idioma que no descifro.
Pero
somos semejantes,
tenemos
las mismas manos,
los
mismos ojos,
el
mismo pulmón,
la
misma boca.
Y
me importas,
y me sacude
todo
lo que te sucede.
Estoy contigo aunque no me veas,
porque
tus penas son las mías
y
no es preciso que seas mi hermano
ni
mi amigo,
ni
que comas en la misma mesa,
ni que duermas de la misma manera,
ni que meditemos
sobre las mismas cosas.
Nená
de la Torriente