repaso
la línea de las aceras
por
si encuentro tu sombra,
o
pedacitos de voz pegados
al
suelo, no vayan a perderse
como
se pierden las hojas
en los sumideros.
Adivino
tus dedos tapando el sol,
aunque
me digan cien veces
que
son manchas solares
eso
que veo,
pero
yo puedo dibujar
tus
manos ancladas en él
jugando
a empujarlo con el dedo.
Hasta
cuando cierro los ojos
me
sobresalto,
porque
te siento rozándome el pelo,
provocando
olas que inundan el dique
del
mentón, o
el
puerto pálido
de mi cubierta testa.
Nená
de la Torriente