Lo que sentencian las flores
no es más que la vida,
esa que atrapa al volapié
al insecto
que las liba
en vuelo constante.
Hoy ya no hay clemencia
para el triste,
que se queda arrinconado
en cualquier pared
arañando tímido un símbolo
ilegible.
Ha salido el sol
y el color ha llenado todas
sus escalas,
como quien recorre
las teclas del piano
con una sola uña.
El viaje de vivir está empezando
hasta para el que orilla su suerte
en cualquier andén.
La vida ha abierto su maleta llena
de sorpresas lumínicas
y desiguales,
y nos ha gritado a todos un
¡Seguidme!
Ya no hay perdón para los pecados
ni una raíz estable.
A retales de amor se construye
la amanecida,
a retazos las palabras grandes.
Todo es un amasijo de partes
de lo tuyo y de lo mío
que no sabe de exiguos
ni de sobrantes.
Nená de la Torriente