Sigue
silbando.
En
todas las ciudades hay acantilados
y
puentes y arroyos y mantos
o
calas, como prefieras,
sólo
hay que imaginarlos,
en
las esquinas sombrías o soleadas
de
los edificios,
desnudas
de tiempo y vestidas
de
caricias.
Sigue
silbando.
No
peses el amor, no le cuestiones,
no
bucees en su definición, si antes
fue, si ahora,
si
tal vez su tesis, si su axioma.
Sigue
silbando.
Toma
de aquí, de esto, eso, todo,
mastícalo
despreocupadamente,
no
digas no, si di quizá, a lo mejor,
posiblemente,
y sonríe,
y besa,
y suspira
hasta dejar de respirar.
Nená de la Torriente