domingo, 4 de mayo de 2014

Porque un cuatro de mayo 
a las cuatro, 
no encuentro mi cometa 
yo te escribo, 
y porque no regresa mi voz 
cuando bajito voy dictando 
mis ahoras 

 -y me sorprende 
lo suave de mi piel todavía-, 

despliego mis dedos como ramas 
de higuera sobre un teclado frío. 

Cuántas cuentas aún le quedan 
a este collar de pérdidas 
y descubrimientos, 
que hasta  un temblor de labios 
puede ser un inquiero 
y una lágrima un acertijo. 

Dónde quedan tus ojos,  dime, 
que no siento tus pozos 
de té hirviendo 
en estas palmas ni en mis yemas. 

Dónde has dado cobijo al volantín 
de mis versos, 
que hoy planean en otros cielos 
imposibles por lejanos, 
distanciados de las voces que te di. 




Nená de la Torriente