Se apagó la luz.
El vino volverá a amarrar renuncias,
besos que no fondearán nunca.
Somos tontos,
obstinados,
oblicuos,
sombras de otros cuerpos.
Llegará el día
que haya luz en la mesilla:
Habrá un rostro cercano
-tal vez dos-
¡qué alegría!
¡qué desencanto!
Nos presentaremos.
Y el vino dejará de amarrar flaquezas,
los besos devorarán otros besos.
Seguiremos siendo tontos,
obstinados,
oblicuos.
Pero así tal vez vistamos la sombra
de nuestro propio cuerpo.
Nená
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