Sale el sol, y
tú ya no existes.
Las mañanas no son promesas
-me dijeron-
pero yo no les creí.
Creer es de insensatos
–repetían-
La sensatez,
una novela bien escrita,
sin adornos, sin fierezas.
Bebí de las cosas
hasta que las llamé
por su nombre,
después,
sencillamente me ignoraron.
Ahora estoy seca,
una estaca rota
en un cercado sin cerca,
lamentablemente
inapropiada.
Una copa vacía
que
no
ha
sabido
volcarse
sobre el pulcro mantel.
Nená
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