Llevabas el balde amarradito
entre las manos
como una enorme manzana
dispuesta para el sacrificio.
Yo te sonreí
como sonríen los niños,
sin apresar el aire,
con derroche.
Me subí a tu cielo
e inventé marionetas
que no amarraban el aire,
y sobrevolé ese espacio
una y mil veces,
más allá del aliento del prado,
más allá de todas las cosas.
En el fondo, uno es
la mitad de la mirada del otro,
ese lienzo de la memoria
compartida, y
todas las acciones de tiempo
en común.
Pero tú fuiste siempre
el platillo de la balanza
a ras de suelo.
Nená
Pues..... muy bueno. Homenaje al recuerdo que te hace aquí y ahora ser un presente lleno de matices para seguir regando futuros con versos tan amables.
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