lunes, 20 de junio de 2011


Ayer
sentía que
con la voz dormida,
cantaba el aire en el algarrobo;
mi fogón era cobijo de llegada
cuando la lluvia tremolaba nubes, y
los días serpenteaban como fulanas
en busca de huecos.

Hoy
no recuerdo dónde queda mi casa,
dónde el viejo tacto de las buenas cosas,
dónde el dulce temblor en el labio.
Mañana olvidaré tu nombre,
el templado roce
y el peso de tus manos.

Y negaré haber mimado al algarrobo,
haber codiciado la lluvia, y
que los días fueran siempre como fulanas,
buscando obstinadamente
aquellos huecos.

Nená

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