miércoles, 8 de junio de 2011

Apaga la luz y que se vayan ellos

Los iluminados, así los llamamos algunos –aunque no lo sepan- son todos esos seres nada extraordinarios que van dando volteretas, a veces con cierta gracia, pero habitualmente sin ninguna. Los hay de varios tipos: los que aletean sus manos como lepidópteros, pero no vuelan, ataviados con el paño de la sensibilidad exquisita, siempre hecho a medida, con un gran parecido a la ñoñería o al desatino. Tan delicados, tan sutiles, tan enrevesados en definitiva; otros, como pollos desplumados, y con bracitos en V, se sientan en sus sillitas como para hacer popó, y preguntes lo que les preguntes siempre te contestarán: si por supuesto que si. Son los iluminados de la estética y con sus ojos acuosos mirarán en todas direcciones, faldas, corbatas, joyería, bolsos, pantalones, americanas. Su conversación tenderá a colgarse al final de cada palabra, porque son seres totalmente iluminados; después está el otro iluminado, el que se ha leído quince libros, y por el artículo 33 o usease –nótese lo ibérico del término-, necesita meter a cucharón referencias de esos quinces truños en 10 líneas, en algún blog que tiene para su uso y deleite, para que la luz salga de su cuerpo como un halógeno bienhechor -otro iluminado agotador-
Quizá si apagamos la luz, con algo de suerte o si secundamos un poco - con un buen empellón de los de antes-, puede que al encenderla se hayan ido. ¿Os imagináis un mundo sin iluminados? No, probablemente no sea una buena idea.   

 Nená

1 comentario:

  1. Jajajajajaja..... que bueeeeeeenooooo.
    Hágase la luz.... -Dijo con voz autoritaria.
    Pero antes de llegar al interruptor ya se había cagado encima.Jajajaja.

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