sábado, 6 de agosto de 2011



Tenías que ser tú
mi caballero,
el que aguardase siempre.

Imagino que si estuvieras aquí,
toda esa espera
desesperaría el empeño,
agotaría la imagen cincelada
de ese prodigio amartelado
y eterno.



Tenías que ser tú,
tan gallardo,
tan callado,
tan fiero,
consumiendo las horas
de mis interminables palabras, y

tu ahí tan quieto,
escuchándolas todas
enamorado, enamorado,
prendado y pretendiente,
rendido hasta la misma veta
de tu hermosa madera.

Nená

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