viernes, 5 de agosto de 2011


Estás porque existes en mi cabeza
aferrado al antojo,
con la apetencia del exceso,
del deseo en llovizna.
No olvido la laguna
ni las aguas limpias,
ni la cueva única
húmeda e indescifrable.
Las copas de vino
-largas, largas-,
un tapiz en la roca
tan cálido como todo lo cálido,
y un bracear acorde
de dos singulares pulsos.
Tu boca en mi boca
y tu fuego en mi llama,
el brillo del sol en el agua,
y más tarde,
la mitra de la luna emerger.

Nená

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