miércoles, 3 de agosto de 2011



Son las 9 de la mañana,
el día amenaza tormenta.


Miro el álamo de la entrada
con su verde callado,
tan erguido,
tan ausente.


Él no sabe de vanidades,
de agitar la pestaña,
de movimientos remilgados
de muñeca.

Más allá en la rinconada de piedra
el jazmín trepa
con el ansia de lo vivo,
el Romeo de alguna Julieta.

Y esa mesa centenaria
tampoco sabe de vanaglorias
-los milagros, las flaquezas
que en roca quedaron dormidas-
ni de ese cotidiano trajín
de un enorme colegio,
de almas arrogantes y desiertas.



Nená

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