domingo, 28 de agosto de 2011


Descanso de mí en tu sombra
el instante que la mañana me deje.
Voy a detener el reloj.
Me sentaré en tu pared encalada
y oleré tu flor,


porque el día es demasiado corto
para tener prisa.

Me he hablado tanto
que la extenuación
es una palabra demasiado pequeña.
Cualquier día me meto en un tren
y me licencio,
y la mejor parte de mí, la callada,
se queda aquí,
en esta o en cualquier sombra,
oliendo y acechando maravillas.

El color golpea mis ventanas
como si fuera una invidente.
Pero es que hay tanta belleza ahí afuera,
que resulta cegador
abrir los ojos de golpe.
Sería coger una embriaguez aniquiladora.
Por eso descanso de mí,
al acecho, oliendo tu flor
y desnudando poco a poco
cada prodigio.

Nená

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