sábado, 27 de agosto de 2011


Alguien
-creo que el único que me lee-
me dice que no empuje los poemas
como se empujan los platos
en los bares de carreteras.

Que los restaurantes selectos
tienen cartas de tres o cuatro platos
-ya son ganas-
Yo no soy una carta de comida.
Me peino el pelo cuando me apetece,
bebo vino a la hora que mi estómago lo demanda,
como escribo cuando me pellizca la nariz.
Somos millones de salvajes poblando este planeta.
¿A quién le importa una salvaje más
que cruza las piernas como una loba blanca
vestida de marrón oscuro?
¿O una diminuta compulsiva que escribe
con un tic de talón sobre el suelo?
Vivimos en islas.
No espero que un fornido camionero
se baje del camión
y venga a engullir mis platos.
En cualquier caso,
me daría prisa
en cambiar el cartel por el de: 
Cerrado por confusión.

Nená

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