Recuerdo ese beso que no te di
como el olor a limón crecido.
La tapia alta,
la música de verbena
y el eco de risas etílicas,
babancas y mansas.
La noche cerrada,
la fumarada de petardos
y chupinazos,
cegaron a la luna,
más pálida que una hoja en blanco.
Y la mañana llegó vacía
como mis labios fríos,
sin el sabor de aquel beso
de limón crecido
en su propia rama.
Nená
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