sábado, 12 de julio de 2014

Si no te dijera que estos verdes 
son la estancia más cálida 
de mi memoria,  la habitación 
con más luz.

Cortinas que se ondulan 
con el sacudir de las risas y el cruzar 
de rodillas 
en el desparpajo vital de la tarde, 
no me nombraría del todo. 

Si no te contase que en la caída 
de la tarde 
el perfume del helecho 
me devuelve las paces con el mundo 
y calma todas mis huidas. 
Que ningún mar como el cantábrico 
me hace sirena embravecida, 
capaz de enmudecer por capricho 
para enseñar a cantar a la luna, 
no me nombraría del todo. 

Si no te contase que el monte más bajo 
es montaña y el río cascada en pedregal 
frondoso, 
y la mora,  mora, 
y el niño,  niño, 
el hombre más fuerte que otros 
que haya visto, 
y la mujer con la mirada más nostálgica
del mundo,
no me nombraría del todo. 

Si no te contara que las cajigas, 
los álamos,  las encinas milenarias 
y aquellas colonias de eucaliptos 
hablan con las ramas de mis brazos, 
y que los maizales que se agitan 
tienen un lenguaje propio 
dictado por los siglos, 
no te estaría hablando de mí. 




Nená de la Torriente