sábado, 5 de julio de 2014


No hay conjuros en mi caja de galletas, 
ni monstruos azules, 
ni hadas, 
pero sigo siendo una niña pequeña 
atrapada en un vaso de leche. 
Nadie me va a beber de un trago, 
ni voy a dejar que me inventen de otra manera 
donde no existan galletas, ni ese líquido blanco 
que me mantiene inquieta 
en el margen de las cosas. 
No hay príncipes azules 
pero sí amores maravillosos 
y suertes de otro planeta sobre este suelo 
de terrazo,  corriendo por estas venas 
casi garzas. 
No hay razones absurdas por dislocadas, 
pero sí fantasía de color en mañanas grises, 
que no tengo por qué caminar al ritmo 
que marque otro 
si su cadencia no me gusta. 
A veces me distraigo y me detengo, 
y gano mucho tiempo perdiéndolo, 
que las cosas no son lo que parecen 
en este ir y venir de cada día, 
no sabiendo posar ni los ojos ni las manos 
en nada que nos ocupa la lengua con toda su saliva. 
Juego a jugar que vivo sobreviviendo 
y así sobrevivo con una sonrisa 
al menos de bigote blanco. 




Nená  de la Torriente