domingo, 13 de julio de 2014

La esperanza


Entre los dedos 
camina la esperanza 
con el insolente ronroneo 
de una felina que se sabe 
superviviente. 

La miras desplazarse 
con su larga cola 
rozando el índice y el corazón 
al mismo tiempo, 
y parece una regresión al tiempo 
de la escuela, 
cuando la maestra repasaba 
tus escritos. 

La esperanza duerme tan profundo 
cada día 
que amanece con los ojos torvos 
y el corazón en una roncha. 

Nos pasamos todo el día 
hablándole obstinados 
de continuo, 
hasta devolverle la bravura 
de unas garras. 

La esperanza no es mujer 
aunque la llamen bella, 
ni aunque pinten de jazmines 
la antracita de sus pómulos  
que se destapa con cada desmayo. 

Sabe cómo sostenerse, 
mirarnos con ojos de dios griego, 
y hasta abofetearnos cuando es 
y no es preciso. 



Nená de la Torriente