Nadie
se escapa a esa suerte de preguntas
que
caben en una caja,
y
mantienen el peso de un montón de piedras.
Unos
las acarician una a una,
como
el dado que girarán entre sus dedos
y
que con mimo lanzarán una y otra vez
hasta
que les guste la respuesta.
Otros, apenas sí moverán los cantos, y
tomarán
distancia por si al mirarlos
en
su conjunto descubren
la
madre de todas las cuestiones,
el
principio necesario de dónde partieron.
Pero
la gran mayoría sólo verá una caja
llena
de guijarros,
y
se hará la pregunta:
¿Para
qué sirve preguntarse qué es esto?
¿Y para qué cuestionarse qué es
cualquier cosa?
Cuestionándose con ello
una arqueta de rocas mucho más esquinadas.
Nená de la Torriente