sábado, 19 de julio de 2014

Confidencia de lo ligero


Tendré que hacer el macuto 
con mis parvedades, 
con los ahogos y las urgencias 
de un corazón que perdió el habla. 
Ya no sé cómo explicarme que no puedo 
abrigar tanta prórroga, 
que ya sea por lo que tengo o 
por lo que me falta 
otros saldrán corriendo a cabriolear faldas 
con cremalleras más o menos ruidosas. 
Sólo codicié a alguien sencillo 
con la valentía de un ejército entero 
-esas pretensiones siempre se pagan-, 
así que doblo el pañuelito de la que aguarda 
en el puerto con el afán de una sola llegada, 
y entiendo que mi viento no es de nubes, 
ni de aves -mucho menos de aves, 
que jamás me gustaron ni un poco-, 
sino de gavillas de hojas que se golpean 
para ir hacia ninguna parte 
y hacia todas las humedades, 
en esa sin gravedad 
de todas las cosas tan ligeramente 
sin peso. 


 Nená de la Torriente