Ya
echa la vista
por
encima de la loma
como
oruga equilibrista,
elevada,
índice
dispuesto para mostrar
lo
fatídico,
y
no repara que en el manantial
de
las voces ya nadie escucha,
y
queda un tesoro escondido
bajo
la uña del dígito más largo,
ese
que llaman corazón.
Pobre
oruga necia,
quiere
salvarse y sólo otea
el
porvenir y acusa,
para no sentirse tan estúpida.
¿Es
que nadie le dijo…?
Nená de la Torriente