Tanta
intimidad a muchos les debe resultar un exantema
en
el culo, o
un solo grano molesto en otra parte no
menos gravosa.
Que
ir de oca en oca contando tus
cuitas, cuando no tus ganas sean
de la tintura que
sean, a
más de uno inflama,
irrita,
mortifica, agobia,
aburre, hastía, enoja,
fastidia, apura y
a menudo intimida.
Y
pensando lo que alivia airear
las mantas en agosto -para
las mantas, y para el asma en
los meses que convivirán con ellas-, me
abruma la idea, tal vez mohína, de
que en este mundo de “ya
nada es tuyo si existe Hacienda”
¿cómo
no va a alegrarse uno de bailar con
los pies desnudos?
¿Poder
decir te amo, te
desamo, deseo
tu carne en mi carne, mi
noche en tu madrugada, mi
nombre en el redondel de tu boca a
cada instante, y
dejar sin resuello al alma, magullada
por infinitud de preguntas?
¡Bendita
intimidad vertida en
la zafra de los versos!
Nená de la Torriente