Cuántas
primaveras arañadas
de
otoño para que llegue un verano
cegador
a revolverlo todo.
Siempre
he creído porque había otro
que
necesitaba mucho más que creyera,
¿para
qué prevenir con sospechas?
Justificado
siempre porque
la
necesidad de aquel
era
mayor que lo que yo ponía
en
juego
-No
hacía favor a nadie-
No
hay juegos y no soy la Santa
de
ningún desamparado
en
un acto de amor sin juicio
-con
todo siempre se han amado
mucho más
a sí mismos-
Soy
sólo un ser humano pequeño
que
vida a vida
-por
cada día,
lejos
de lecturas
de
posibles encarnaciones-,
ha
ido tras la absurda búsqueda
de hallar un sitio privativo, íntimo,
propio,
sin
darse cuenta
de
que ya lo estaba ocupando.
Nená
de la Torriente