Se ha detenido,
ya
no recorre los puentes verdes
hundiéndolos
en el rocío
ni
recoge los aromas de humedad
en
el pelo con que cubrir su desnudez.
¿Dónde
han estado los años que
no
se cuentan con los dedos?
¿Dónde
la sensatez que le hacía zafarse
de
las palabras ambiguas?
Ahora
se corta el pelo y apenas
se pinta con carmín.
Tiene que ser padre y madre
de
los que lloran.
No
por anciana,
ni por mujer de poco atractivo,
por la simple percepción de su latido
en el mundo.
Nená de la Torriente