que
a tientas no distingo si ellos
son
los que me exploran, y
en
estos ojos sólo se atesora
un
retrato, un candil, objetos
de un hogar que vive afuera.
Ya
no salgo a buscar colores, y
los
olores me ocupan
como
los gorriones las plazas,
distraídamente,
no
con la osadía obscena de las palomas.
Se feliz, con una risa de abanico
que
golpee,
seme
la paz de todas las siestas
en
horario de quehaceres,
que
pueda alargar los brazos para
acariciarte
y amarte nube,
y
sepa de ti entre todas
como
quilma blanca de soles
e
irisadas gotas,
que tarde o temprano
descabalgarán en lluvia.
Nená
de la Torriente