martes, 8 de abril de 2014

-Un comienzo, una pausa, un retroceso, otro comienzo...-


En esta madrugada el aire 
se cuela en los botones de mi abrigo, 
protegiéndose de sí mismo. 

La luna va siempre delante 
temerosa de sus sombra 
que se desliza detrás de la mía, 
a unos metros más allá del cerro 
que se arrima a la autopista. 

Madrid ya no es lo que era. 
El sonido de mis tacones 
es más amenazador que los tipos 
que caminan por la acera,  ebrios,  o 
trasnochados con una mochila repleta 
de asuntos que desconozco. 

Las calles ya no huelen a gladiolos, 
mucho menos a aquellos ‘nardos de algún caballero’, 

Ya no tengo miedo a la noche. 

Hoy,  ahora,  me siento de esta ciudad, 
como los desconchones de las esquinas 
de sus edificios viejos,  escucho el suelo, 
las paredes, y soy parte de sus silencios. 

Participo de ese preludio de estar 
sin saber qué pasará, 

pero con la certeza de que de algún modo 
yo permaneceré de alguna forma, 
aunque sea insignificante. 





Nená de la Torriente